El otro día iba con uno de mis niños en el tren.
Mi objetivo como educadora es que aprenda a comportarse como cualquiera de nosotros; pero... ¿ser un “niño distinto” da carta blanca para no hacerlo?
La cuestión es que por una cosa o por otra, la reacción de los que nos observan no es siempre la que yo desearía.
El trayecto es largo pero tenemos suerte y los dos vamos sentados. Cada uno tiene un libro pero mi niño ya se ha aburrido.
Entonces intenta “divertirse” llamando la atención del resto de pasajeros. Lanza miradas, fascina con su sonrisa, proyecta besos y reparte pataditas.
Mi gesto es de total desaprobación y le digo:
-“Mira a ese chico ¿va molestando a otros? Has de comportarte”.
La chica de enfrente sonríe y dice:
-“Tranquila, si no pasa nada”.
Dentro de mi pienso: ¡¡¡¡Cómo que no!!!! Esta chica tan simpática ¿dejaría que un niño de diez años le diera pataditas en el tren? Yo creo que no
Mi niño se sonríe, se siente vencedor, me mira y vuelve a intentarlo.
Me levanto. “Si no eres capaz de ir sentado tranquilamente te quedarás de pie”. Se enfada y lloriquea pero obedece.
Yo estoy muy tranquila, voy a mi asiento de nuevo con cara muy seria, decepcionada, pero muy serena. Todos me miran con curiosidad he roto sus esquemas.
Mi niño piensa: “Eh, ¿A dónde vas? ¿No te emociono?” , “¡pues si no te emociono no merece la pena!!”
Entonces se levanta del suelo y se queda tranquilo esperando, como cualquier otro, a que llegue su parada. Ya nadie nos mira y aprovecho este momento para “levantarme, ponerme a su lado, aceptar su mirada en mis ojos pero sin sonreírle.
Quiero que se sienta acompañado y perdonado pero que le quede claro cual debe ser su comportamiento.
En este momento creo que “este partido lo vamos a ganar”
¡¡¡¡He conseguido mi objetivo!!!!
Es entonces cuando una señora se levanta de su asiento para darle un caramelo.
Yo comprendo a la señora, comprendo a los viajeros del tren y comprendo a todo el mundo, pero pienso que hoy, no he logrado mi objetivo.
Al principio os he expresado cual era mi objetivo.
En realidad, mi niño:
a) No se ha portado como él sabe que debe hacerlo
b) No se ha portado bien siendo capaz de hacerlo
c) Ha sido corregido y le he recordado su obligación pero
d) Mi niño ha conseguido “aliados” que le han hecho sentir (que es su manera de conocer o saber) que no había “perdido la batalla”.
Y con su deliciosa sonrisa me dirigió una mirada cómplice en el fondo de la cual pude leer
- ¡ ¡ ¡ ¡ ¡ ¡ E S T E P A R T I D O L O H E G A N A D O Y O ! ! ! ! ! ! ! !
Sonreí, le devolví la mirada y la sonrisa y en el fondo de mis ojos verdes mi niño leyó
- “¡V a l e! .... ¡¡p e r o m a ñ a n a j u g a r e m o s o t r o!!”
Carolina Ruz
Pedagoga terapéutica
Carolina Ruz
Pedagoga terapéutica