Apenas una madre recibe a su criatura en brazos ya intenta comunicar con ella.
El contacto permite que la extraordinaria sensibilidad cenestésica del bebé sea alterada por la presión que el brazo materno ejerce sobre él. La temperatura, el movimiento, el clima emocional y probablemente el ritmo de la voz, establecen un estímulo válido para los órganos receptores normales de un bebé recién nacido. (Perinat)
Spitz, habla de comunicación en esta función de nodriza, pero nosotros creemos que no solo hay comunicación de un ser a otro ser, sino que ésta es posible porque existe la sintonización rítmica de los estados motivacionales. Es decir, ambos se sitúan en las mismas frecuencias rítmicas biológicas. Esta coincidencia en los fenómenos rítmicos de los trenes de ondas electroneuronales de origen mesodiencefálico es lo que Moyá denomina “espacio coloquial”
La comunicación alcanza la máxima sintonización y la más perfecta euritmia binaria o incluso múltiple dentro del “espacio coloquial”.
En CEMEDETE, el “espacio coloquial” es la clave de nuestra acción terapeútica con niñ@sdistint@s. El educador debe ser capaz de entrar en sintonía con el niño, creando este “espacio coloquial”. Sin espacio coloquial no es posible realizar la terapia según la metodología CEMEDETE.
¿Cómo construimos el Espacio Coloquial?

Si nuestro interlocutor es un/a niñ@ utilizaremos la técnica del juego libre posibilitando que el/la niñ@ pueda expresar sus capacidades a través de sus deseos, sus ilusiones, sus sueños, sus miedos, sus fracasos, sus frustraciones. Y todo ello sabiéndose y sintiéndose aceptado en lo que es, en lo que vive, en lo que siente, en lo que piensa y percibiéndolo a través de la comunicación intersubjetiva por lo que es absolutamente necesario e imprescindible la entrega leal y total de la identidad del educador (adulto de referencia).
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