"Para que en ningún tiempo y en ningún lugar haya un niño que se sienta distinto". José Moyá Trilla. Neurólogo Infantil. Creador del método CEMEDETE

T. NIVELES ARMONICOS


  TEORIA DE NIVELES ARMONICOS DEL DESARROLLO

Disponer de unidades de medida y de elementos para medir cualquier fenómeno que se desea estudiar y sobre el que se desea influir, ha sido desde siempre tarea fundamental en la investigación humana. 

Podríamos explicar la esencia de estos planteamientos acerca de la medida del desarrollo y las respectivas valoraciones del mismo, resumiendo los principios básicos de la ley de armonía o teoría armónica del desarrollo, principio fundamental de nuestra filosofía.
El sistema nervioso del ser humano se modifica a lo largo del tiempo por la doble acción de unos potenciales físico-químicos y de unos desencadenantes energéticos que inciden sobre él, procedentes del medio en que vive. 

La interacción de ambos fenómenos, que discurre dentro de los límites de su propio marco genético, impulsa y empuja las modificaciones neuroquímicas que son la base en la que se funda todo el proceso. 

Pero el proceso del desarrollo se hace de tal forma que cada uno de los elementos que entran en función en un determinado tiempo, deben servir como elemento de sostén para dar lugar y soporte a la aparición de una nueva etapa, y así sucesivamente. 

Esta estructura de crecimiento aporta la idea de equilibrio y por lo tanto de armonía.
Trabajando con esta idea se pudo observar que la adquisición excesivamente precoz de ciertos niveles de desarrollo, facilitaba la aparición de trastornos en los niveles siguientes. Ejemplo: el apoyo precoz del pie en posturas de bipedestación, producía alteraciones en el fenómeno de rotación y extensión de la articulación coxo-femoral y su adecuada armonización con la columna vertebral, y con ello se entorpecía de manera más o menos grave, la adquisición del nivel superior que constituye la monopedestación.

Sucesivas experiencias dieron lugar a la selección de diecisiete niveles armónicos de desarrollo, agrupados en cinco etapas. 

Nivel I
Nivel II
Nivel III
Nivel IV
Nivel V
Nivel VI
Nivel VII
Nivel VIII
Nivel IX
Nivel X
Nivel XI
Nivel XII
Nivel XIII
Nivel XIV
Nivel XV
Nivel XVI
Nivel XVII

Sin embargo, los sucesivos intentos de aplicación de este criterio, que no hace más que seguir las directrices de Piaget, pronto nos demostró que en cada nivel no solamente hay que entender una relación de ordenación equilibrada desde el primero hasta el último como una secuencia meramente ordinal, sino que, esta relación armónica también habría que entenderla dentro de cada nivel y en relación con el adecuado equilibrio de cada una de las estructuras neuropsíquicas que participan en el propio nivel. 

Seleccionamos entonces, aquellos elementos que nos aparecían como constantes en cada momento del desarrollo, a modo de columnas que, partiendo desde la base, llegan hasta la cima dando soporte a toda la estructura. 

En cada nivel, estos elementos mantendrán una relación distinta pero siempre armónica.
Los elementos seleccionados son:

-el tono neuromuscular
-la percepción
-las respuestas motoras simples
-las respuestas motoras coordinadas
-la capacidad de inhibición 

Al aplicar estos criterios, tanto en un orden jerárquico por niveles, como en orden paralelo por elementos neuropsíquicos, pudimos constatar la importancia de esta trama, de cuya armonía, flexibilidad y adecuación depende en gran parte la perfección, la calidad y la propia altura del desarrollo alcanzado por los seres humanos. 

No queremos terminar este breve resumen sin dejar muy claro que naturalmente propugnamos que la educación valore el desarrollo de los niños en razón de su armonía y tienda naturalmente a no estimular conductas forzosamente disarmónicas y asimismo tienda a corregir las que, por la causa que fuere, hubieran aparecido. 

Es frecuente en el modelo de sociedad competitiva en que se desenvuelven las culturas actuales, la educación se valore por puntajes obtenidos en sumas algebráicas, donde el valor de los puntos lo es en sí mismo, sin tener en cuenta el equilibrio y la armonía de todo el sistema. 

En nuestra concepción de la armonía, el tiempo: es un elemento implícito sobre el que discurre el proceso, pero no mtervlene de manera primordial en los juicios de valor . 

Pensamos que cuando se alcanza un nivel y se alcanza de manera armónica, el tiempo transcurrido es algo secundario al propio fenómeno. El tiempo sólo adquiere carácter de protagonista, si intervienen conceptos de rentabilidad, porque es indiscutible que entre dos seres humanos que han llegado al mismo nivel, habrá costado menos y habrá empezado a rendir antes, aquel que lo haya logrado en menos tiempo. 

Nosotros no tenemos nada en contra de la precocidad o rapidez que se quiera imprimir al proceso del desarrollo, siempre y cuando este criterio no descalifique a los "lentos" por no ser rentables o convierta a los menos perfectos en disarmónicos. 

Está claro que propugnamos un método cuya finalidad es la integración plena del niño en la sociedad, pero sin que esa integración y sus naturales exigencias se realicen a costa de la armonía y, por lo tanto, del "tempo" de cada proceso bio-psíquico.